sábado, 17 de enero de 2015

INFLUENCIA DE LA CRISTOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN LA TEOLOGÍA EVANGÉLICA - por Emilio Antonio Núñez







“En años pasados no le dábamos gran importancia al Cristo de los Evangelios, el que plantó su tabernáculo entre los seres humanos, para vivir entre ellos en plenitud de gracia y de verdad. Lo contemplábamos en la gloria de los cielos, no tanto en la gloria del pesebre y de la carpintería de Nazaret. Muy poco o ninguna atención le dábamos a las implicaciones sociales y políticas del conflicto de Jesús con los líderes religiosos de su pueblo. Tampoco subrayábamos como debiéramos que Jesús mismo era un signo de contradicción para los que vivían hambrientos de poder terrenal y que estaban dispuestos a recurrir aun a la violencia física, brutal, para conquistarlo y mantenerlo. No nos atrevíamos a decir que si bien es cierto que Él vino a salvar lo que se había perdido, y que en esta búsqueda amorosa y salvífica no hizo acepción de personas, ni de clases sociales, es innegable que nació, vivió y murió en profunda pobreza y asumió la causa de los pobres, los pobres de espíritu y los pobres en cuanto a los bienes de este mundo. Tampoco insistíamos en que las enseñanzas de Jesús encierran simientes generosas y potentes, capaces de producir aquí y ahora grandes transformaciones sociales. Generalmente hablando, nuestro Cristo era un Cristo descarnado para almas descarnadas. Buscábamos la salvación de las “almas”, aparte de los cuerpos, sin pensar que la palabra alma puede significar también la totalidad del ser humano. (…)






La cristología liberacionista está haciendo mella, directa o indirectamente, en el pensamiento evangélico latinoamericano. En cierto modo esto es positivo. Nos está empujado a estudiar con denuedo y entusiasmo la persona de Cristo no tan sólo en los manuales de la teología tradicional, sino especialmente en las Sagradas Escrituras. También nos ha hecho pensar con mayor interés que antes en la urgente necesidad de formular una cristología que responda primordialmente a nuestra realidad cultural y social.”
Emilio Antonio Núñez, Teología de la liberación. Una perspectiva evangélica, Miami: Caribe, 1986, pp. 222-223.


Como un humilde homenaje al gran maestro, transcribí estos párrafos que muestran de manera elocuente la forma en que don Antonio pensaba la cristología. Reconoce que la cristología de la liberación nos insta a repensar a Jesús de Nazaret, como el Cristo y pasar de una cristología doceta a una cristología plenamente humana: “El Verbo fue hecho carne” (sarx). Emilio recepciona esa cristología humana que, en el título insuperable de Jon Sobrino es Jesús en América Latina. Su apertura a repensar la teología es de tal grado, que reconoce que esta nueva mirada a Jesús de Nazaret nos empuja a estudiar con valentía y entusiasmo a la persona y obra de Jesucristo ya que es urgente formular una cristología para la realidad cultural y social de nuestros pueblos latinoamericanos.
Finalmente, como si fuera un antídoto teológico, Emilio critica elíptica y proféticamente la “teología de la prosperidad” que vendría después y que está en las antípodas del Jesús del Evangelio, el Cristo obrero, el Cristo carpintero, pobre entre los pobres tanto “en el espíritu” como en el cuerpo de los desclasados. Ahora me doy cuenta cuánto me aportó Emilio para mi tesis doctoral que luego elaboraría en la Argentina y que critica las cristologías docetas que hacen de Jesucristo una especie de remedo de lo humano pero que eclipsan esa humanidad exaltando su divinidad.
¡Gracias maestro por su inconmensurable aporte a mi formación teológica! ¡Sus obras le siguen!



Las fotos ilustran la visita que el Dr. Emilio Antonio Núñez hizo a Bahía Blanca. Fue en noviembre de 1980 en ocasión de su participación en el programa pastoral LOGOI que luego fue FLET y ahora es FIET. A él le debo también la espontánea recomendación que hizo de mi persona cuando ese programa buscaba a alguien que podría implementarlo en la Argentina. No dudé y, apenas me invitaron, dejé todo para seguir ese camino que, a lo largo del tiempo, fue de enorme bendición para el pueblo de Dios en América Latina.
Fotos: El Dr. Emilio Antonio Núñez, predicando en la Primera Iglesia Bautista de Bahía Blanca, compartiendo un "desayuno teológico", luego con toda mi familia en el Instituto Bíblico Bahía Blanca y, finalmente, saboreando un buen mate amargo.
Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 17 de enero de 2015

jueves, 15 de enero de 2015

Mi semblanza de Emilio Antonio Núñez - por Alberto F. Roldán











Ayer, 14 de enero de 2015, a la edad de 91 años, falleció el teólogo Emilio Antonio Núñez. Tuve el honor de ser su alumno en el Seteca (Seminario Teológico Centroamericano) de Guatemala. Fue él que me introdujo con enorme generosidad tanto en la teología contemporánea (especialmente Karl Barth) como en la teología latinoamericana. Eran los años 1978/79, cuando la teología de la liberación brillaba en el firmamento de América Latina.
Procediendo de un ámbito evangélico conservador, me sorprendía mucho su honestidad y apertura de pensamiento para leer, con libertad, a teólogos como el citado Karl Barth, Emil Brunner, Paul Tillich y Rudolf Bultmann. Recuerdo cuando en sus clases de teología contemporánea, decía: “No estoy de acuerdo con el pensamiento de Bultmann pero no dejo de reconocer que es un gran teólogo.”
También recuerdo que una vez me comentaba que para el curso de “Contemporary Theology” del Dallas Theological Seminary, donde estudiaba el doctorado, él era el único inscripto. Le dijeron que no podían dárselo, a lo cual Emilio replicó: “Pues yo exijo que me den ese curso porque he venido de Centroamérica a este seminario para estudiar teología.”
El curso de eclesiología, lo tomé en forma tutorial con él, porque, me decía: “Creo, Alberto, que Ud. va a aprovechar mejor el curso de esta manera.” Eso me permitió intimar más con su persona y su pensamiento. Entre otros aspectos dignos de destacar, es el modo en que recibía mis comentarios a las lecturas que, en algunos casos, no coincidían con sus puntos de vista.
Le agradezco a Emilio haberme introducido en la teología latinoamericana. Con él leíamos no los comentarios, muchas veces sesgados, sobre los autores, sino a los autores mismos como Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann, Juan Luis Segundo, Leonardo Boff y José Míguez Bonino. Recuerdo que al volver a la Argentina y en el primer encuentro con José Míguez Bonino le comenté: “Estimado José: yo tuve que ir a Guatemala para conocerlo a Ud.”
Don Antonio, como le llamábamos con admiración y respeto, fue un verdadero caballero cristiano. Un hombre humilde y sabio, que transmitía con pasión una teología profundamente evangélica y comprometida con la Iglesia y la sociedad. Era un admirador de la literatura y del cine latinoamericanos.
Otro recuerdo que lo pinta de cuerpo entero: En una clase, dijo: “No graduaría a nadie en teología, si no ha leído la obra de Gustavo Gutiérrez: Teología de la liberación.
Se nos fue, físicamente, un grande de la teología latinoamericana. Sus obras le siguen y son un desafío para quienes recorremos el mismo camino de una teología al servicio del Reino de Dios en América Latina.

Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 15 de enero de 2015