martes, 20 de diciembre de 2016

Mi Dios es frágil






"Mi Dios no es un Dios duro, impenetrable, insensible, estoico, impasible.
Mi Dios es frágil.
Es de mi raza.
Y yo de la suya.
El es hombre y yo casi Dios.
Para que yo pudiera saborear la divinidad
él amó mi barro.
A mi Dios le hizo frágil el amor.
Mi Dios conoció la alegrìa humana, la amistad,
el gozo de la tierra y de sus cosas.
Mi Dios tuvo hambre y sueño y se cansó.
Mi Dios fue sensible.
Mi Dios se irritó, fue pasional.
Y fue dulce como un niño.
Mi Dios tembló ante la muerte.
Mi Dios se alimentó a los pechos de una madre
y se sintió y bebió toda la ternura femenina.
No amó nunca el dolor, no fue nunca
amigo de la enfermedad.
Por eso curó a los enfermos.
Mi Dios sufrió el destierro.
Fue perseguido y aclamado.
Amó todo lo humano mi Dios: las cosas y los hombres;
el pan y la mujer; a los buenos
y a los pecadores.
Mi Dios fue un hombre de su tiempo.
Vistió como todos, habló el dialecto de su tierra,
trabajó con sus manos, gritó como los profetas.
Mi Dios fue débil con los débiles y severo
con los soberbios.
Murió joven por ser sincero.
Lo mataron porque le traicionaba la verdad
en sus ojos.
Pero mi Dios murió sin odiar.
Murió excusando que es más que perdonando.
Mi Dios es frágil.
...

Juan Arias, El Dios en quien no creo, Ediciones Sígueme, 1986, pp. 145-146

martes, 29 de noviembre de 2016

La función de la filosofía: evitar el hechizo

"Que todo aparecer del ser sea una posible apariencia; que la manifestación de las cosas y el testimonio de la conciencia no sean, quizá, sino el efecto de cierta magia, capaces de extraviar al hombre que espera salir de hacia el ser, todo esto no es un loco pensamiento de filósofo. Es todo el desarrollo de la humanidad moderna: su temor a dejarse hechizar."

Emanuel Levinas, TOTALIDAD E INFINITO, Presentación de la edición castellana, París, febrero de 1976.
Llama la atención este modo de iniciar el prólogo a la edición castellana de Totalidad e Infinito. El filósofo judío-lituano dice que su obra, Totalidad e Infinito describe la epifanía del rostro a manera de un "deshechizamiento del mundo".  Ese rostro es la desnudez que vemos en el pobre, la viuda, el huérfano y el extranjero.
La filosofía, a la luz de esta declaración de Levinas, tendría la función de evitar caer en los hechizos del engaño, de la magia, de ser extraviados por los discursos. En otras palabras: ejercer el juicio crítico.
¿No es esa también la función de una teología crítica? Recordemos la fuerte advertencia de San Pablo: ""¡Gálatas insensatos! ¿quién os ha hechizado?" (Gál. 3.1 Biblia del Peregrino).

Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, 29 de noviembre de 2016

domingo, 4 de septiembre de 2016

FUÍ AL RÍO...



Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
—¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!


Juan Laurentino Ortíz (1896-1978). Poeta nacido en Puerto Ruiz, Entre Ríos. Vivió muchos años en Gualeguay, Entre Ríos, tierra de mis abuelos y mi de padre. Según opinión de Juan José Saer, fue "el más grande poeta argentino del siglo XX."  


jueves, 25 de agosto de 2016

Una teología para nuestros días










“Todas las formas de teología de la liberación insisten en la ‘desprivatización’ de la teología, pero esta idea ha estado hasta ahora habitualmente limitada a los seres humanos y no ha incluido el destino del cosmos. La intuición principal de las teologías de la liberación –que la redención no es el rescate de ciertos individuos para una vida eterna en otro mundo, sino la plena realización de toda la humanidad en las realidades sociales y políticas de éste- debe desprivatizarse más, para que incluya el bienestar de todas las formas de vida. Y esto es así, no sólo porque, a menos que adoptemos una perspectiva ecológica que reconozca la dependencia humana del entorno, podría ser que no sobreviviéramos, sino también porque es de igual importancia teológica, cuando no pragmática, dado que dicha perspectiva es el paradigma dominante de nuestra época, y la teología que no esté elaborada desde un diálogo con ese paradigma no será una teología para nuestro tiempo. (…)
El ecosistema del que formamos parte es un todo: las rocas y las aguas, la atmósfera y el suelo, las plantas, los animales y los seres humanos interactúan de modo dinámico, apoyándose mutuamente y hacen insostenible cualquier pretensión de defender un individualismo atomista. Relación e interdependencia, cambio y transformación- y no materia, inmutabilidad y perfección- son las categorías con las que debe elaborarse una teología de nuestros días.”



Sallie McFague, Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear, Santander: Sal Terrae, 1994. La autora es teóloga estadounidense con notables aportes a la teología feminista y ecológica. Algunas de sus obras son: Speakings in Parables: A Study in Metaphor and Theology, Metaphorical Theology: Models of God in Religious Language. Llama la atención su aprecio a los aportes que las teologías de la liberación han hecho a la reflexión teológica, aunque insta a dar pasos más enérgicos y abarcadores en nuestra visión teológica para el mundo de hoy, seriamente amenazado en su subsistencia. 

jueves, 7 de julio de 2016

SALIR DEL PENSAMIENTO ECLESIOCÉNTRICO




<nción y la reconciliación planteadas en la Biblia, abarcan no sólo "almas desencarnadas" para llevarlas al cielo lo antes posible, sino la transformación de la persona en su integridad, la sociedad y el mundo. Ha sido la teología protestante la que, en el siglo XIX, recuperó el concepto de Reino en dimensiones más allá de lo eclesial y la teología latinoamericana ha sido, desde los años 1960 en adelante, una de las que más ha aportado al tema. Me siento gratamente sorprendido de los aportes actuales al tema por parte de teólogos católicos como Christian Duquoc, Luis González-Carvajal y Rafael Aguirre, entre muchos más. El Evangelio y los valores deben siempre ser tomados no de la Iglesia sino del Reino como la meta (telos) de la gran utopía divina. Por eso, debemos orar cada vez con más pasión:
¡VENGA TU REINO! (es decir)...¡HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO!
-Alberto Roldan
Teólogo latinoamericano
Ilustración: Gentileza de Alonso Oviedo... 

SALIR DEL PENSAMIENTO ECLESIOCÉNTRICO




<nción y la reconciliación planteadas en la Biblia, abarcan no sólo "almas desencarnadas" para llevarlas al cielo lo antes posible, sino la transformación de la persona en su integridad, la sociedad y el mundo. Ha sido la teología protestante la que, en el siglo XIX, recuperó el concepto de Reino en dimensiones más allá de lo eclesial y la teología latinoamericana ha sido, desde los años 1960 en adelante, una de las que más ha aportado al tema. Me siento gratamente sorprendido de los aportes actuales al tema por parte de teólogos católicos como Christian Duquoc, Luis González-Carvajal y Rafael Aguirre, entre muchos más. El Evangelio y los valores deben siempre ser tomados no de la Iglesia sino del Reino como la meta (telos) de la gran utopía divina. Por eso, debemos orar cada vez con más pasión:
¡VENGA TU REINO! (es decir)...¡HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO!
-Alberto Roldan
Teólogo latinoamericano
Ilustración: Gentileza de Alonso Oviedo

martes, 5 de julio de 2016

“Tillich como intérprete” según W. H. Van de Pol




Tillich habla varios idiomas: el del hombre moderno y el del creyente cristiano: el idioma del pensamiento y el del evangelio; el de la filosofía y el de la teología. Como un intérprete avezado, pasa sin dificultad de un idioma a otro, no sin desconcierto por parte de algunos lectores.
Tillich quiere ser intérprete. Es inclusive conscientemente apologista. Se ha hecho intérprete para hacerle ver al hombre moderno que se puede ser cristiano, incluso en nuestro tiempo. Puede hacerlo porque posee, y demuestra poseer, plena comprensión de las causas que han hecho tan difícil, por no decir imposible, que el hombre de nuestro tiempo reconozca en Jesús como el Cristo la respuesta, a la pregunta existencial por el ultimate concern [preocupación última] de los hombres. Estas causas residen en la predicación de la fe y en la teología atadas a una cultura en ruinas.
Si un incrédulo pregunta qué es lo que entiende el creyente por ‘Dios’, Tillich responde: es el fundamento del ser, the ground of being. Si, por el contrario, un creyente pregunta que es para el filósofo el fundamento del ser, Tillich responde: significa Dios. No se trata aquí de una identificación lógica: Dios = fundamento del ser, como si el creyente debiera rezar no a Dios sino al fundamento del ser. Cuando Tillich predica, no lo hace sobre el fundamento del ser, sino sobre Dios. No se trata de reemplazo, sino de traducción.”
W. H. Van de Pol, El final del cristianismo convencional, trad. Adelaida Kaan de Colángelo, Buenos Aires: Carlos Lohlé, 1969, pp. 235-236
En esta obra notable, su autor define al “cristianismo convencional” como el cristianismo tal como fue practicado por el pueblo cristiano desde el principio de la cristianización de Europa y que continuó, pese al golpe recibido desde la Reforma tanto en su versión católica como protestante. Ese cristianismo estaba unido a la imagen primitiva y precientífica del mundo. Frente a ese fenómeno, el autor reconoce que “Las respuestas antiguas ya no tienen validez en muchos casos” y a nadie aprovechan las respuestas preconcebidas y autosuficientes. Está describiendo la situación del mundo a mediados del siglo XX. La pregunta clave, entiende Van de Pol, es la pregunta sobre Dios. Cómo plantear el tema “Dios” en esa situación. Formula, entonces, una descripción del mundo y la sociedad, repasando los aportes de la filosofía y de la teología, entre otros autores: Martín Heidegger, Karl Barth y Paul Tillich. Es en ese contexto donde se hace la referencia al planteo de Tillich y a su función como hermeneuta del cristianismo para el siglo XX. Como destaca Van de Pol, Tillich maneja varios idiomas, sobre todo, de la filosofía y de la teología. A veces, escribe como filósofo, otras como teólogo y otras, agrego, como pastor luterano y capellán entre heridos y moribundos que sufrían los estragos de la guerra. Como filósofo, Tillich se refiere a Dios como “el fundamento del ser” en otras, como Dios. “No se trata de reemplazarlo, sino de traducción.” Es muy cierto lo que dice Van de Pol, en el sentido de que muchos se confunden con Tillich o no lo  entienden, sobre todo por su lenguaje filosófico. Y no faltan quienes lo critican o lo señalan como un cripto-panteísta. Pero este desdoblamiento de Tillich, posicionándose a veces como teólogo y en otras, como filósofo, ¿no es lo que hizo San Pablo al predicar en Atenas a los epicúreos y a los estoicos? (Hechos 17). Allí, en el Areópago, el apóstol hace gala de su conocimiento del pensamiento griego y encuentra puntos de contacto entre el Evangelio y los griegos. Inclusive, se anima a decir que el Dios al cual predica es el mismo que ellos adoraban sin conocerlo. Y, por si eso fuera poco, cita a poetas griegos que afirman que “en él (Dios), vivimos, nos movemos y existimos.” Ser intérprete o hermeneuta del cristianismo exige esa flexibilidad y ese desdoblamiento, según los auditorios a quienes estamos evangelizando. No es dar un esquema reduccionista de cuatro o cinco puntos, sino de dar el mismo mensaje, pero traducido según el auditorio y la cultura a la que nos estamos dirigiendo.

Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, 5 de julio de 2016






sábado, 11 de junio de 2016

LA FE, LA TRADICIÓN Y LA SAGRADA ESCRITURA SEGÚN EBELING





“La fe nace y persevera, pues, en un hecho de transmisión, de tradición. (…) Parece algo chocante el hecho de que la relación fundamental entre la fe y la historia venga designada como una adhesión de la fe a la tradición. Tal vez esto nos suene a algo propio del catolicismo el colocar la tradición junto a (y, ciertamente, de hecho se ha colocado sobre) la Sagrada Escritura; por el contrario, es propio del protestantismo el hacer valer únicamente la Escritura. Ahora bien: esta diferencia, realmente profunda, en la manera de comprender la fe cristiana no debe ser borrada; sin embargo, ha de ser liberada ya de su formalización fosilizada. ¿Qué es la Sagrada Escritura sino una parte de la tradición histórica? La insistencia protestante en la fórmula ´solamente la Escritura ‘no quiere decir ya, además, que la difusión de Biblias impresas sea el camino histórico de la fe. Es típico del protestantismo el reconocer que la fe procede la palabra oral, o sea que este mensaje, creado ciertamente a partir de la Biblia y basándose siempre de nuevo en su texto y probado en él, es transmitido de hombre a hombre, de pueblo a pueblo de una manera oral o, mejor dicho, personalmente, no de una manera anónima, sino exponiéndose totalmente sus testigos y dispuestos a la abnegación más manifiesta. No como un cartero que simplemente entrega cartas cuyo contenido desconoce, ni tampoco como un heraldo que hace una proclamación solemne, sino como un representante responsable que es el único autorizado para hablar. Si la palabra de fe –el Nuevo Testamento lo llama Evangelio- no nos hubiera sido transmitida como una tradición oral, personal, no sabríamos nada de la fe.
Y sí como no es lícito aislar la Sagrada Escritura de la ulterior historia de la predicación, así tampoco hay que independizarla del acontecimiento que ella misma atestigua. La tradición, a la que está adherida la fe, no es una ley de fe, sino la atestiguación del hecho de la fe. Lo que se transmite es, ciertamente, también una exigencia de la fe, pero ante todo fe vivida una vez.”
Gerhard Ebeling, La esencia de la fe cristiana, trad. Carlos de la Sierra, Madrid: Ediciones Marova, 1974, pp. 30-31.
Gerhard Ebeling, teólogo luterano alemán nacido el 6 de julio de  1912 y fallecido el 20 de setiembre de 2001. Discípulo de Rudolf Bultmann y continuador de su hermenéutica. Fue pastor de la Iglesia Confesante (opuesta al régimen nazi) durante los años 1939 a 1945, pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Transcribí estos párrafos del curso que dictó en la Universidad de Zürich en el  invierno de 1958-1959. Es una reflexión amplia y profunda sobre la fe. En este caso, sobre la relación entre la fe, la tradición (que significa transmisión) y la Sagrada Escritura. Enfatiza la importancia del mensaje oral que recibieron los profetas y los apóstoles. La palabra de fe, en síntesis, el Evangelio, debe transmitirse de modo oral, persona a persona, como testimonio del Cristo. La fe, en suma: un acontecimiento vital que transforma nuestra existencia en el mundo.
De vez en cuando voy a seguir sumando artículos y reflexiones sobre la fe que es, en definitiva, lo que nos caracteriza como cristianos y cristianas, más allá de que sea una experiencia humana cotidiana. 

Foto: Gerhard Ebeling

Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 11 de junio de 2016

domingo, 27 de marzo de 2016

Jesucristo resucitado: Esperanza para la crucificados






Jesús es esperanza en primer lugar para los crucificados. Dios resucitó a un crucificado, y desde entonces hay esperanza para los crucificados de la historia. Estos pueden ver en Jesús resucitado realmente al primogénito de entre los muertos, porque en verdad y no sólo intencionalmente lo reconocen como el hermano mayor. Por ello podrán tener el coraje de esperar su propia resurrección y podrán tener ánimo ya en la historia, lo cual supone un ‘milagro’ análogo a lo acaecido en la resurrección de Jesús.


Jon Sobrino, Jesús en América Latina 

sábado, 26 de marzo de 2016

"Sólo el Dios sufriente puede ayudarnos."





"Dios, clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo.
 Dios es impotente y débil en el mundo, y sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda.
Mateo 8,17 indica claramente que Cristo no nos ayuda por su omnipotencia,
sino por su debilidad y sus sufrimientos...
Sólo el Dios sufriente puede ayudarnos...
Esto es lo opuesto de todo aquello que el hombre religioso espera de Dios.
El hombre está llamado a sufrir con Dios
el sufrimiento que el mundo sin Dios inflige a Dios."


Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y sumisión.

Que la paz del Cristo crucificado y resucitado para nuestra salvación, sea con todos Uds. ahora y siempre.


Alberto