Este blog está destinado a dialogar sobre las relaciones entre teología, política y sociedad desde una perspectiva judeocristiana.
martes, 15 de mayo de 2012
"La muerte nos desafía a pensar." Carlos Fuentes
Hoy, 15 de mayo de 2012, ha fallecido Carlos Fuentes. El gran escritor mexicano había nacido en Panamá pero adoptó la ciudadanía mexicana, pues era hijo de un diplomático de ese país, circunstancia que lo llevó a vivir en ciudades como Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires. Desde muy niño cultivó su afición por las letras ya que, según cuenta en una entrevista, a los siete años, en Washington, escribía una revista con noticias y dibujos a lápiz que hacía circular entre varios apartamentos del edificio donde vivía con su familia.
Su influencia estilística debe en gran parte a William Faulkner, de quien Borges decía que era el más importante novelista del siglo XX. Casi no hay novela donde no se refleje esa influencia que, dicho sea de paso, marcó el estilo de muchos novelistas latinoamericanos. Sólo por citar algunos: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, Juan Carlos Onetti. Veamos un párrafo que muestra esa influencia:
“Franz metió el freno de mano y bajó del auto. El viejo se quitó el sombrero deshebrado – un sombrero de copa chata y alas planas, que alguna vez debió ser blanco y ahora estaba lleno de rayas amarillas y negras- y lo detuvo, con las dos manos sobre el vientre. Franz había dejado el motor encedido y el auto temblaba, tosía, y desde adentro tú viste a Franz dirigirse al viejo y Javier e Isabel también, pero no lo escucharon porque el motor temblaba y Franz llegó hasta el viejo.” (Cambio de piel, Buenos Aires: Suma de letras, 2001, p. 189).
¿Qué pensaba Carlos Fuentes sobre la vida, la muerte y Jesucristo? En una entrevista reconoce la influencia del protestantismo y, sobre todo, el calvinismo. Cuando se le pregunta cuál es su método para escribir, dice:
“Tengo un defecto puritano y calvinista, porque soy un mexicano criado en los Estados Unidos, en regiones muy protestantes donde el sentido del deber es el del pecado. Si no trabaja uno todos los días, se va al infierno. Yo no puedo estar tranquilo en una hamaca bajo un cocotero. Tengo que cumplir con mi deber. Tengo que escribir. Entonces lo hago todos los días, entre siete y uno, y ya estoy tranquilo con mi conciencia protestante.” (Jorge F. Hernández, Carlos Fuentes: territorios del tiempo, México: FCE, 1999, pp. 171-172).
En un libro de confesiones titulado En esto creo, Fuentes rescata la figura de Jesucristo. Para él, lo importante radica en que siendo Jesús un personaje que nace en la oscuridad y el anonimato, sin embargo llega a ser un símbolo universal de salvación. Explica:
“… ni los Evangelios, ni San Pablo, ni la mismísima Iglesia cristiana, puede arrebatarle a Jesús su condición de hombre humilde, desprovisto de poder, desnudo de lujos, que gracias a su humildad y pobreza, se convierte en el más poderoso símbolo de la salvación humana.” (Carlos Fuentes, En esto creo, Buenos Aires: Planeta, 2002, p. 150).
Hoy, la muerte llegó para Carlos Fuentes. El gran escritor y ensayista mexicano que también reflexionaba sobre esa realidad humana inexorable, decía al respecto:
“La muerte se ríe de nosotros. Nos desafía a pensar, no en la muerte del otro, sino en la propia desaparición. Nos reta a creer que la memoria de los que sobreviven será nuestra única vida más allá de la muerte.” (Ibid, p. 186).
Y es así. Porque, aunque la muerte llegó a Carlos Fuentes a pocos días de haber participado en la Feria del Libro de Buenos Aires y le acaeció en un Hospital de México, su persona sobrevive entre nosotros a través de narraciones insuperables como: La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel, Terra nostra, Zona sagrada, Aura y Gringo Viejo. Desde su magnífica obra, Carlos Fuentes sigue entre nosotros y nos desafía a pensar nuestra realidad latinoamericana.
Alberto F. Roldán
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