“La
sabiduría de este mundo en todas sus formas no puede conocer a Dios, y el poder
de este mundo con todos sus medios no puede alcanzar a Dios. Si lo intentan,
dan lugar a la idolatría y se revelan en su íntima necedad, que es la necedad
de la idolatría. Ningún ser finito puede alcanzar lo infinito sin que sea
destruido como fue destruido en la cruz Aquel que representaba el mundo, su
sabiduría y su poder. Tal es la locura y la debilidad de la cruz: que ella
misma constituye la sabiduría última y la razón por cuya virtud Cristo no es
otro portador de la sabiduría y el poder de este mudo, sino que Cristo es de
Dios. La cruz hace que Cristo sea Dios. Y gracias a esta locura divina,
nosotros logramos la sabiduría de usar lo que es nuestro, la sabiduría del
mundo, la filosofía incluso. Si permanece inviolada, esta sabiduría del mundo
nos domina. Pero si es violada, se hace nuestra. Y ‘violada’ no significa
disminuida, emancipada o sojuzgada, sino que significa despojada de su
pretensión ideológica.
El coraje con que Pablo afirma todo cuanto se nos ha
dado, su abertura al mundo, su señorío frente a la vida, tendrían que
avergonzarnos a cada uno de nosotros lo mismo que a todas nuestras Iglesias.
Porque nosotros tenemos miedo de aceptar lo que nos es dado, nos apartamos
neuróticamente de nuestro mundo, intentamos rehuir la vida en lugar de nominarla. No nos comportamos como si todo fuese nuestro. Y las Iglesias hacen lo mismo e incluso menos que nosotros. La razón de tal conducta estriba en que
ni nosotros ni nuestras Iglesias sabemos, como lo sabía Pablo, lo que significa
ser de Cristo y, por ser de Cristo, ser de Dios.”
Párrafos finales del
sermón de Paul Tillich, titulado “Todo es vuestro”, basado en 2 Corintios 1.19-20. He transcripto estos conceptos del gran
teólogo y filósofo luterano, porque me parece que explican muy bien lo que
muchas veces no se entiende. Que si bien es cierto, mediante la sabiduría (sophía) el ser humano nunca alcanzará a
conocer a Dios, eso no significa que no debemos vincularnos a esa sophia. Recordemos, de paso, que
Aristóteles en su Metafísica se
refiere justamente a la sophia (¡la
misma palabra que usa Pablo!) en el sentido de filo-sophia. ¿Qué nos dice Tillich? Pues que si bien mediante su
propia sabiduría el mundo no conoció a Dios, sí lo puede conocer mediante la
cruz de Cristo y gracias a esa “locura divina” todo llega a ser nuestro, inclusive,
la filosofía. No en el sentido de no reconocer su autonomía y su valor per se, sino en el sentido de poder
usarla en nuestra reflexión teológica y, de ese modo, despojarla de su
pretensión idolátrica.
Fotos: cuadro de Salvador Dalí y rostro de Paul Tillich
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