Nos evadimos del mundo o estamos secularizados; lo que
significa, en todo caso, que ya no creemos en el reino de Dios. Somos enemigos
de la tierra porque quisiéramos ser mejores que ella, o somos enemigos de Dios
porque nos roba la tierra, nuestra madre. Huimos del poder de la tierra o nos
aferramos a él, rígidos e inamovibles.
Sin embargo, no somos caminantes que aman la tierra
que nos sustenta sólo porque a través de ella se acercan al país remoto que
anhelan por encima de todo… si no, no caminarían. En el reino de Dios sólo
puede creer quien camina amando simultáneamente a la tierra y a Dios. […]
Dios quiere ser honrado por nosotros en la tierra,
quiere ser honrado en el hermano, no en otra parte. El hace descender su reino
sobre el campo maldito. Si abrimos los ojos nos haremos sencillos y le
obedeceremos aquí. “¡Venid benditos de mi Padre, entrad en posesión del reino!”
Esto sólo lo dirá el Señor a quienes haya dicho: “Tuve hambre y me disteis de
comer, tuve sed y me disteis de beber. Cuanto hicisteis con cada uno de estos
mis hermanos más pequeñuelos conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 34-40).
Dietrich Bonhoeffer, “Venga a nosotros tu Reino”, en Creer y vivir, Salamanca: Sígueme, 1974,
pp. 101 y 114.
Esta cita del texto de Bonhoeffer es una muestra del
eje de toda su teología: una teología para el mundo y en el mundo. El Reino de
Dios debe venir a la tierra. Significa honrar a Dios en la tierra. Implica
compromiso con el prójimo. Es una teología concreta, humana y terrena. Entramos
al Reino en la obediencia concreta al mandamiento de Dios en Cristo: “Ama a tu
prójimo como a ti mismo”. No es otra la esencia de la fe judeocristiana. Creo
que este puede ser un mensaje muy adecuado para esta época de Adviento. Paz y
bendición para todos los lectores.
Ilustraciones: Casa de Dietrich Bonhoeffer y retrato
del teólogo luterano.
Alberto
F. Roldán
Ramos
Mejía, 6 de diciembre de 2014
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