jueves, 3 de octubre de 2013

Hans Küng: teólogo de la Iglesia de Cristo



Hay personalidades que, por su trayectoria, ya no pueden considerarse sólo de un espectro eclesial determinado. En la historia de la Iglesia podemos ilustrar el caso con San Agustín. Obviamente, perteneciente al catolicismo romano pero ¿quién dudaría de la influencia que también ejerció en el Protestantismo? Hasta podríamos decir que Agustín influye más decisivamente en ese ámbito, a partir de Lutero y de Calvino, padres de la Reforma, que fueron consumados agustinianos en su teología.
El caso que nos ocupa ahora es Hans Küng. Padece de Parkinson, está por quedar ciego y solicita una muerte asistida. Admiro a Hans Küng. Leí su temprana obra La Iglesia, en los lejanos años 1960. Una obra decisiva en la que, mediante exégesis y riguroso pensamiento teológico, llega a posiciones muy afines al protestantismo, por ejemplo, en el caso de la Cena del Señor que define como memorial.
Küng fue un gran admirador y amigo de Karl Barth, suizo como él. Su tesis doctoral se titula: La justificación según Karl Barth, trad. Francisco Salvá Miguel, Barcelona: Estela, 1967. Entiende que el planteo de Barth implica una pregunta incisiva para el catolicismo. Dice:
“El único problema, que siempre se repite: ¿la doctrina católica de la justificación considera seriamente la justificación como acto soberano de la gracia de Dios? El más profundo deseo de Karl Barth, que ha sido la fuerza motriz de toda su evolución desde el liberalismo, pasando por el exsitencialismo, hasta la Kirchliche Dogmatik, su – como von Balthasar lo llamaba- devorante celo por Dios, ha quedado también como el deseo decisivo de su doctrina sobre la justificación. ¡El soli Deo gloria!” (p. 91).
Sobre la idea de la gracia en Barth, Küng entiende que hay diferencias aunque finalmente la gracia es una sola. Explica:
“Barth desconoce el sentido de las divisiones católicas de la gracia: éstas no deben plantear como problema la unidad de la gracia, como si toda la gracia nos fuera dada en el solo Jesucristo, pero pretenden sólo mostrar el efecto inmenso y plural del acto de soberanía de Dios. La gracia es una, pero actúa en el hombre, que es un ser complejo; y en la medida en que es de esta manera, tienen un sentido las diferencias.” (p. 207).
Estos botones de muestra, indican la influencia que Barth ejerció en la teología de Küng. Sus aportes a continuarían con temas urticantes como el de su libro ¿Infalible? publicado sin las debidas autorizaciones y en el que pone en cuestionamiento la infalibilidad papal. Su pensamiento crítico hacia ciertas posiciones del catolicismo romano provocó que fuera silenciado oficialmente por Juan Pablo II a instancias del entonces cardenal Joseph Ratzinger. Sería una medida reivindicatoria que el papa Francisco levantara ahora esa sanción. 
En los últimos años, Küng desarrolló un programa de investigación sobre las grandes religiones del mundo: judaísmo, Islam y cristianismo, postulando que sólo habrá paz en el mundo cuando haya paz entre las religiones.
Ahora, que Hans Küng se está despidiendo de este mundo, dado su delicado estado de salud, es oportuno reivindicarlo no sólo como teólogo católico romano sino como un pensador que ha servido a la Iglesia de Cristo, sin distinciones y, por medio de ella, también a la sociedad y la cultura.

Alberto F. Roldán

Buenos Aires, 3 de octubre de 2013

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