Hay personalidades que,
por su trayectoria, ya no pueden considerarse sólo de un espectro eclesial
determinado. En la historia de la Iglesia podemos ilustrar el caso con San
Agustín. Obviamente, perteneciente al catolicismo romano pero ¿quién dudaría de
la influencia que también ejerció en el Protestantismo? Hasta podríamos decir
que Agustín influye más decisivamente en ese ámbito, a partir de Lutero y de
Calvino, padres de la Reforma, que fueron consumados agustinianos en su
teología.
El caso que nos ocupa
ahora es Hans Küng. Padece de Parkinson, está por quedar ciego y solicita una
muerte asistida. Admiro a Hans Küng. Leí su temprana obra La Iglesia, en los lejanos años 1960. Una obra decisiva en la que,
mediante exégesis y riguroso pensamiento teológico, llega a posiciones muy
afines al protestantismo, por ejemplo, en el caso de la Cena del Señor que define como
memorial.
Küng fue un gran
admirador y amigo de Karl Barth, suizo como él. Su tesis doctoral se titula: La justificación según Karl Barth, trad.
Francisco Salvá Miguel, Barcelona: Estela, 1967. Entiende que el planteo de
Barth implica una pregunta incisiva para el catolicismo. Dice:
“El único problema, que
siempre se repite: ¿la doctrina católica
de la justificación considera seriamente la justificación como acto soberano de
la gracia de Dios? El más profundo deseo de Karl Barth, que ha sido la
fuerza motriz de toda su evolución desde el liberalismo, pasando por el
exsitencialismo, hasta la Kirchliche
Dogmatik, su – como von Balthasar lo llamaba- devorante celo por Dios, ha
quedado también como el deseo decisivo de su doctrina sobre la justificación.
¡El soli Deo gloria!” (p. 91).
Sobre la idea de la
gracia en Barth, Küng entiende que hay diferencias aunque finalmente la gracia
es una sola. Explica:
“Barth desconoce el
sentido de las divisiones católicas de la gracia: éstas no deben plantear como
problema la unidad de la gracia, como si toda la gracia nos fuera dada en el
solo Jesucristo, pero pretenden sólo
mostrar el efecto inmenso y plural del acto de soberanía de Dios. La gracia es
una, pero actúa en el hombre, que es un ser complejo; y en la medida en que es
de esta manera, tienen un sentido las diferencias.” (p. 207).
Estos botones de
muestra, indican la influencia que Barth ejerció en la teología de Küng. Sus
aportes a continuarían con temas urticantes como el de su libro ¿Infalible? publicado sin las debidas
autorizaciones y en el que pone en cuestionamiento la infalibilidad papal. Su
pensamiento crítico hacia ciertas posiciones del catolicismo romano provocó que
fuera silenciado oficialmente por Juan Pablo II a instancias del entonces
cardenal Joseph Ratzinger. Sería una medida reivindicatoria que el papa Francisco levantara ahora esa sanción.
En los últimos años, Küng
desarrolló un programa de investigación sobre las grandes religiones del mundo:
judaísmo, Islam y cristianismo, postulando que sólo habrá paz en el mundo
cuando haya paz entre las religiones.
Ahora, que Hans Küng se
está despidiendo de este mundo, dado su delicado estado de salud, es oportuno
reivindicarlo no sólo como teólogo católico romano sino como un pensador que ha
servido a la Iglesia de Cristo, sin distinciones y, por medio de ella, también
a la sociedad y la cultura.
Alberto
F. Roldán
Buenos
Aires, 3 de octubre de 2013
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