Dos hechos, uno desde
la historia y otro desde la ficción, convergen en estos días en la Argentina.
Uno, es la muerte del genocida Erich Priebke, hecho ocurrido en Roma, al
cumplir los cien años de vida. En su foja de servicios, figura la matanza de
más de trescientos niños y adultos en las Fosas Ardeatinas, asistiendo a
Herbert Kapler. En 1946 Priebke huyó a la Argentina con documentos falsos que
obtuvo en Roma. Estuvo poco tiempo en Buenos Aires, porque luego se radicó por
muchos años en San Carlos de Bariloche. Recién fue descubierto en 1994. Italia
pidió su extradición, a la cual accedió el gobierno argentino en 1995.
Ahora que Priebke ha
muerto, la estela de mal que deja su figura -“la banalidad del mal” diría
Hannah Arendt en célebre y enigmática expresión- es de tal magnitud que nadie
quiere sus restos mortales. El gobierno argentino ha rechazado toda posibilidad
de que sea enterrado en Bariloche junto a la tumba de su mujer. Una nota periodística
de hoy dice que “el criminal nazi Erich Priebke, cuyo funeral fue anulado por
disturbios y protestas, se convirtió este miércoles en un cadáver incómodo para
Italia, que debate sobre qué hacer con sus restos mortales.” Como puede
percibirse, un criminal de esta calaña no puede descansar en paz.
Por otro lado, hace
unas semanas se estrenó en la Argentina la película Wakolda, que narra la vida de otro nazi célebre: Josef Menguele. El
film, dirigido por Lucía Puenzo, basado en la novela homónima de su propia
autoría, narra la presencia del famoso médico nazi en Bariloche. Escenificada
en los años 1960, el centro de la narrativa es una familia protagonizada por
Natalia Oreiro y Diego Peretti, que tiene una niña de unos doce años con
problemas de crecimiento. Menguele –encarnado por el actor Alex Brendemühl- se
gana el favor de la niña para hacer experimentos en ella tendientes a favorecer
su crecimiento. Finalmente Menguele es descubierto pero logra escapar con
pasaporte falso. El llamado “ángel de la muerte” fue famoso por sus
experimentos en seres humanos a los cuales, inclusive, les sacaba los ojos. Se
cuenta que cuando los trenes llegaban con judíos hacia el campo de
concentración de Auschwitz, él los aguardaba en el andén para seleccionar a los
que consideraba “los más aptos”. A todas luces, quería comprobar, fácticamente,
aquello de la “raza superior aria” tesis
central del nazismo.
Como podemos observar,
tanto desde la historia como hecho real –la muerte de Priebke- como desde la
ficción, la película Wakolda, el
nazismo siempre está presente en la memoria. Se trata de la pesadilla Hitler,
cuya presencia nefasta no podemos olvidar ni eludir. Y está bien. Debe ser así.
Porque, como dice León Giecco:
“Todo está guardado en
la memoria,
Sueño de la vida y de
la historia.”
Por eso: bienvenidas sean las ficciones que
nos permiten rememorar la historia. Porque ante la pesadilla Hitler, sólo nos
cabe mantener una memoria colectiva viva y alerta para que nunca más se repita en el presente y el futuro de la humanidad.
Doctor en teología. Máster en ciencias sociales y máster en educación.
Director de Teología y cultura: www.teologos.com.ar
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