Aquella
pesada losa aorillada,
los
lienzos caídos,
el ángel
cegador y los pálidos guardias,
que son
hoy como una vieja estampa.
El
temblor de tierra al tercer día,
los
dormidos que despiertan,
el
extraño, hortelano o pescador, en todas partes:
pinturas
desvaídas de un mundo sepultado.
Contad,
contad de nuevo el suceso
en estos
años planetarios,
pues
allí estábamos y él está aquí,
porque
siempre es el tercer día.
Rota
está la prisión de nuestro mudo,
y una
caridad antigua irrumpe en el destino de hoy.
Proclamadlo
por el Telestar,
difundidlo
por Mundovisión.
El
atraviesa los bloques de cemento,
las
bóvedas cubiertas de vanadio,
las
cercas de alambre espinoso.
Una
caridad coetánea de los astros
dispersa
la obsesión profunda del tiempo
y hace
un hueco el corazón en nuestro sueño estéril,
un nuevo
espacio en el espacio para celebrar
con
movidas y nuevas coreografías,
un
tiempo nuevo en el tiempo para la música.
Amos E. Wilder, The
Christian Century, 82, 1965, p. 458. Tomado de W. D. Davies, Aproximación
al Nuevo Testamento, trad. J. Valiente Malla, Madrid: Cristiandad, 1979, p.
439.
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