sábado, 24 de diciembre de 2011

ENCARNACIÓN, NAVIDAD Y PROYECTOS HISTÓRICOS DE FE (Is 9/ Lc 2)Leopoldo Cervantes-Ortiz24 de diciembre, 2011 1.





ENCARNACIÓN, NAVIDAD Y PROYECTOS HISTÓRICOS DE FE (Is 9/ Lc 2)Leopoldo Cervantes-Ortiz24 de diciembre, 2011 1. La encarnación divina: su trasfondo teológico e históricoToda fiesta cristiana tiene un referente teológico de fondo: en el caso de la Navidad, se trata de la encarnación del Hijo de Dios en el mundo. Esta afirmación, de tan repetida en el ámbito cristiano, ha perdido su capacidad de sorprender, pero implica algo muy grande, que rebasa nuestra capacidad de comprensión: el Creador del Universo, por su libre voluntad, en un momento determinado de la historia, decidió incorporarse a la dimensión de lo contingente y transitorio, de lo mortal y efímero, asumiendo todos los riesgos. Para cobijar esa presencia inédita entre la humanidad, aun cuando muchas religiones intuyeron siempre la posibilidad de que seres divinos experimentaran la posibilidad de hacerse humanos o se mezclaran con la humanidad (Génesis 6 es un testimonio bíblico de ello), según las Escrituras judeo-cristianas, Dios eligió sumarse a un proyecto histórico de fe que fue la tradición heredada de Israel en los primeros años de nuestra era. Expresarlo de esta manera no significa hacer a un lado toda la parafernalia que se ha creado para celebrar el rostro más visible de la encarnación, de la humanización divina, la Navidad, sino más bien se trata de hurgar en la dinámica de esa tradición para redefinir su perfil y tomar de él lo que con el nacimiento de Jesús de Nazaret en Belén de Judea se establecería como la razón de ser de un grupo de comunidades que reivindicaron su nombre y su acción en el mundo.Se ha identificado muy bien la metáfora de la luz como parte de un proyecto histórico de fe que se remonta a una época en que la nación de Israel estaba a punto de pasar a la historia como proyecto político derivado de la orientación religiosa espiritual del éxodo de las tribus hebreas desde Egipto. La continuidad de dicho proyecto pasó por una serie de transformaciones que desembocaron en la idea de que Israel, como pueblo y nación escogida por Yahvé, sería una luz para todas las gentes (“Luz de las naciones”, Is 42.6b-7; 49.6), para toda la humanidad. Pero este proyecto no pudo realizarse debido a que, como siempre, las estrecheces nacionalistas y raciales impidieron que ese pueblo se sumase a las intenciones universales de Yahvé para hacerse presente en medio de toda la humanidad. De ahí que las palabras de Isaías 9 resuenen tan intensamente hoy como entonces: “Aunque tu gente viva en la oscuridad,/ verá una gran luz./ Una luz alumbrará/ a los que vivan/ en las tinieblas. […] / Nos ha nacido un niño,/ Dios nos ha dado un hijo:/ a ese niño se le ha dado/ el poder de gobernar;/ y se le darán estos nombres:/ Consejero admirable, Dios invencible,/ Padre eterno, Príncipe de paz./ Él se sentará en el trono de David,/ y reinará sobre todo el mundo/ y por siempre habrá paz./ Su reino será invencible,/ y para siempre reinarán/ la justicia y el derecho./ Esto lo hará el Dios todopoderoso/ por el gran amor que nos tiene”.La tendencia divina a abajarse, a vivir en el mundo desde la debilidad y la humildad del niño aludido, no desde el poder, se tradujo en diversos momentos en una visión marcada por el dominio sobre toda la tierra a través de un mesianismo que se remontó por encima de estas esperanzas paradójicas para transformarse en un nuevo proyecto político que tampoco se concretó. La predicación de Isaías sobre este “niño gobernante” se situó en un ambiente de crisis: “…la luz —que generalmente simboliza salvación, esperanza y liberación en la literatura isaiana (60.1)— posiblemente alude y representa a Ezequías, el nuevo monarca judío, hijo de Acaz”.[1] La frase que alude al pueblo intenta renovar la esperanza de ese proyecto histórico de fe: “‘El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz’, pues al finalizar el periodo de dolor y destrucción regresarán la felicidad y el contentamiento como ‘en el día de Madián’. […] La fuente de esperanza del pueblo […] no se fundamenta en la fuerza de las armas ni en lo elaborado y eficiente de las estrategias militares, sino en la capacidad divina de intervenir en medio de la historia para salvar a su pueblo”.[2] 2. Dios lanza en Belén un nuevo proyecto histórico de feEn el evangelio de Lucas, es el anciano Simeón, al tomar en sus brazos al recién nacido, quien alude al viejo proyecto de ser luz para todas las naciones: “Ahora, Dios mío,/ puedes dejarme morir en paz./ ¡Ya cumpliste tu promesa!/ Con mis propios ojos/ he visto al Salvador,/ a quien tú enviaste/ y al que todos los pueblos verán./ Él será una luz que alumbrará/ a todas las naciones,/ y será la honra/ de tu pueblo Israel” (2.29-32).La nueva comunidad (la ekklesia, qahal, “los y las convocados”), el anuncio de una completa nueva humanidad es el nuevo proyecto histórico de fe iniciado por Jesús de Nazaret y se basa precisamente en el proyecto de Isaías. La utopía divina comienza a hacerse realidad en el pesebre de Belén y las personas sencillas que recibieron la revelación directa de la encarnación divina se colocan en una dimensión universal que no hubieran advertido de otra manera. María misma, al recibir la anunciación del ángel, alcanza niveles de profetisa partiendo de una realidad rutinaria y sometida a los dictados de fuerzas terrenales superiores y abiertamente enemigas de los proyectos divinos. El mensaje que unifica al profeta Isaías (en sus tres secciones) y a Lucas es justamente la intención de trascender fronteras mediante un pueblo surgido alrededor de la fe mesiánica que se comienza a consumar en la persona de Jesús. Él es mesías, pero no porque vaya a acceder al poder por la fuerza, sino por el hecho de partir desde el anonimato y el silencio para mostrar al mundo su amor y salvación. Los mesías transitorios (gobernantes, políticos y líderes), ejercen una función de reflejo muy débil e imperfecto de la luz divina del Salvador.El evangelista Lucas, el más atento y preocupado por la situación socio-política del momento, instala en su relato el nacimiento del único Mesías como parte del proceso de la teología a la que estaba adscrito, la paulina, y así demostrar la importancia de cada suceso dentro de la historia de salvación. La simplicidad de los personajes y su estricto apego a la ley religiosa los hace creíbles y los coloca, así, en el horizonte de una acción divina que se comprenderá paulatinamente. María, como receptáculo y vehículo de esta manifestación divina, “guarda todas estas cosas en su corazón” (2.19) y se sitúa al lado de los ángeles y pastores en un contrapunto divino-humano, celestial y terrenal que compone el escenario para el inicio de la acción redentora de Jesús. Y todo ello en el marco de la irrupción de este nuevo proyecto histórico de fe que habrá de mostrarse con mayor intensidad en los años futuros. De ahí que hoy necesitemos preguntarnos también desde qué proyecto histórico asumimos la fe en el nacimiento del Hijo de Dios en el mundo, más allá de los meros dogmas y, sobre todo, desde el compromiso de servicio y promoción del Reino de Dios en el mundo.



[1] Samuel Pagán, Isaías. Minneapolis, Augsburg, 2007, p. 74.[2] Ibid., pp. 74-75.

jueves, 15 de diciembre de 2011

TE BUSCA Y TE NOMBRA - Por Carlos A. Valle


“Yi Yi”, es una obra cinematográfica del director taiwanés Edward Yang. Allí, un niño pregunta a su padre si, dado que no nos está permitido ver la propia espalda, sólo conocemos la mitad de la verdad. Por eso quiere salir a fotografiar la espalda de la gente para resolver ese problema.
Sabemos que hay muchas cosas que sólo las sabemos “a medias”. Por muchas razones. Porque nuestra capacidad es limitada. Porque nuestro interés en conocer es relativo o, simplemente, la información que poseemos es parcial. Pero, quizás, la mayor razón es que solo podemos conocer en parte, y nuestros pasos se mueven siempre en la inmensidad del misterio.
En líneas generales, la teología ha tendido a constituirse en un círculo cerrado para asumirse como la única autoridad para referirse a Dios y, por lo tanto, sobre la totalidad de la vida, la presente y la del más allá.
Convengamos que la teología no ha estado muy dispuesta a abrir ese círculo. Generalmente ha mirado con sospecha a cualquier otra manifestación del pensamiento.
Hoy se constatan serios cuestionamientos a la religión. Novelistas, matemáticos, filósofos de las más variadas escuelas han revivido en estos últimos tiempos el tema de la existencia de Dios. No parecen ir en busca de la promoción de un movimiento anti-dios, sino manifestar su decisión de romper con la fortaleza en la que se ha amurallado el pensamiento.
En pocas palabras, se manifiestan con un fuerte rechazo a todos los absolutismos o posturas metafísicas que suponen la existencia de una verdad única. Insisten, como mucha ciencia moderna, que no hay certezas inamovibles, porque las verdades son parciales y relativas.
Gianni Vattimo, sobre el trasfondo de una vieja afirmación de Nietzsche enmarca sus reflexiones en un concepto básico: “no hay experiencia de verdad que no sea interpretativa” y, añade, “soy un intérprete mientras que no sea alguien que mira el mundo desde afuera.” Eso significa reconocer que el conocimiento está sujeto al cambio histórico y cultural. Lo que Wittgenstein reconocía con cierto apremio existencial: “Es preciso que incesantemente me sumerja en las aguas de la duda.”
Sabemos que siempre está presente la tentación de separar los mundos y dejar los cuestionamientos como no vinculantes. Cuesta ver que la teología esté dispuesta a percatarse de estos reclamos y manifieste algún interés por empezar a reconocer que teología no solo la hacen los teólogos.
Surge la pregunta: ¿Hay alguna posibilidad que la teología considere que a ella tampoco les es permitido ver su propia espalda? Creo que Alberto Roldán con su obra “Te busca y te nombra” retoma un camino de diálogo escasamente transitado con la literatura. Él mismo recuerda que por l969 Roberto Ríos, un pastor metodista lo había procurado con un buen trabajo sobre “La novela y el hombre latinoamericano”.
Roldán habla de un “viaje de ida y vuelta” entre la teología y la literatura con lo cual pone a su mirada en una perspectiva ajena al dogmatismo, la descalificación o el cuestionamiento. Rolan Barthes pensaba que “La ciencia es basta, la vida es sutil, y para corregir esta distancia es que nos interesa la literatura.” Nos parece que Roldán da un paso más, desde su punto de vista hay que recibir la mirada de quien observa nuestras espaldas. Así, habla de “un movimiento continuo que va desde la literatura hacia los temas teológicos y de estos, el retorno a la literatura, como un movimiento de sístole y diástole del corazón o, cambiando de metáfora: como las olas del mar que vienen y van sin nunca detenerse.”
El muy buen prólogo del poeta y escritor mexicano Leopoldo Cervantes-Ortiz despliega una valiosa entrada a todo el libro y debería leerse con interés. Él recuerda que la revista Concilium fue propulsora del diálogo de la teología con las diversas ciencias. Así resalta lo que Hervé Rousseau, uno de sus escritores, afirma: “Si la teología acierta a ocupar un puesto privilegiado en esta experiencia, ¿no podrá representar por su parte la literatura un lugar teológico esencial en tanto que es capaz de expresar la experiencia cristiana mejor que la teología dialecticista?”
Roldán entiende que ha asumido su obra como “… un honor, quizás un atrevimiento, interpretar desde el prisma teológico el pensamiento de tan grandes escritores argentinos. Ofrezco el presente texto como un sencillo homenaje a tan preclaros pensadores de nuestra patria.”
No puede dejar de mencionarse que llama la atención la selección de autores a quienes se atreve a interpretar desde el prisma teológico y con los que procura dialogar. Toda selección es una valoración. Salvo Borges o en ciertos círculos Arlt –hace unos pocos años se publicó su obra completa-, los demás, mayormente, despiertan recuerdos de una época pasada, donde, entre otros, nos deslumbraban las dimensiones cósmicas del pensamiento de Murena o las ardorosas reflexiones de Martínez Estrada.
No es el propósito de este breve comentario hacer referencia a cada uno de los siete escritores que analiza Roldán pero, al menos, trazar en tres breves reflexiones una línea de pensamiento que, con ciertas libertades, los comprende,
En primer lugar, los escritores seleccionados escriben en un contexto religioso de marcada influencia católico romana. Un catolicismo marcadamente conservador de fuerte influencia en la sociedad. Personajes como Murena, Arlt y Ezequiel Martínez Estrada reflexionan al margen de esa corriente pero no necesariamente la cuestionan. Es importante destacar el capítulo dedicado a Leopoldo Marechal, quien además de ser ignorado por su adhesión al peronismo lo fue también por su compromiso de fe en una congregación evangélica. La indagación sobre el tema es todo un hallazgo.
En segundo lugar, varios de los escritores han sido parte de una elite intelectual, como Borges, Murena, Mallea, cuyas proyecciones, en buena medida, limitaron su proyección, sin que tomemos en cuenta otros factores como los políticos de diversa procedencia. La intención de Roldán de dar un salto en el tiempo y más allá de las divergencias que pudieran haber hecho declinar su voz, aparece como la de aquel que quiere rescatar aportes valiosos que denotan una postura teológica valiosa.
En tercer y último lugar, no se puede dejar de preguntar si este análisis de los singulares aportes- bien construido, estructurado y claramente comprensible- no tiene visos de una teología que busca corroboraciones antes que cuestionamientos, lo cual puede llevarle a condicionar sus conclusiones. Es claro que el autor tiene una postura particular. El título del libro, con la resonancia del tango, afirma con claridad la convicción de que en esas reflexiones, llamémoslas seculares, hay motivaciones más allá de sus mismos autores, y él quiere descubrirlas y celebrarlas.
Será importante reconocer que, en este contexto de los conocimientos limitados, deberíamos llegar a comprender -al decir del filósofo italiano Franco Volpi- que todos los verdaderos problemas teológicos “no tienen solución sino historia” porque solo conocemos en parte. Por eso damos la bienvenida a este valioso aporte de Alberto Roldán, que viene a reafirmar la necesidad de ahondar un diálogo abierto entre literatura y teología.+ (PE)
En la foto están Carlos Valle y Alberto F. Roldán durante la presentación de la obra.
(*) De la presentación del libro “Te busca y te nombra –Dios en la narrativa argentina” de Alberto F. Roldán, Editorial Pronombre, 2011, llevada a cabo el 14 de diciembre de 2011 en Auditorio Kraft, Buenos Aires.
Ecupres. PreNot 9742111215

jueves, 1 de diciembre de 2011

INVITACION A LA PRESENTACIÓN DE MI NUEVO LIBRO

Estimados y estimadas:
Les envío una cordial invitación a la presentación de mi nuevo libro. Será en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires...