“La Iglesia durante la mayor parte de su historia ha
especulado con la debilidad del hombre. Dios ha sido proclamado
tradicionalmente como ‘Aquel que llenaba los huecos’ de la debilidad humana.
Las limitaciones del hombre eran los puntos de partida de la predicación religiosa.
Hoy en día la Iglesia debe hablar en términos del poderío
humano en una forma que nunca lo ha hecho antes. El precepto de ‘dominar la
tierra y sojuzgarla’ ha alcanzado un nuevo significado para el hombre de la era
tecnológica.
Esto puede parecer a primera vista una amenaza a la proclamación
de la Iglesia, pero también se lo puede ver como una grande y nueva
oportunidad. Pues como se puede ver a Dios (como lo es en el mensaje bíblico)
como el centro y fundamento de la existencia, más que como el Dios que se
define al sobrepasar las limitaciones del hombre, el mensaje de la Iglesia
tiene grandes posibilidades de ejercer una seria influencia en la dirección del
desarrollo tecnológico. Dios no está con nosotros solamente para sostenernos en
nuestras debilidades. Está con nosotros también para darnos guía y dirección en
nuestra fortaleza.”
Hubert F. Beck, La
era tecnológica
Resulta interesante y sumamente actual esta reflexión del
teólogo americano Hubert F. Beck sobre los desafíos que la tecnología –entendida
como ciencia aplicada a la producción de bienes de consumo plantea a la Iglesia
y su mensaje. Beck admite que durante siglos, la Iglesia ha hablado de la
debilidad del hombre. Pero en la actualidad, dado el poderío que ha alcanzado
la ciencia y la tecnología, esa realidad plantea un nuevo desafío: hablar del
poderío humano. Me hace recordar al pensamiento de Dietrich Bonhoeffer, cuando –en
cartas de la prisión, afirmaba que el hombre había llegado la “mayoría de edad”
–lenguaje que remite al pensamiento de Kant- y, por lo tanto, había que dar el
Evangelio apuntando al lado fuerte del ser humano y no tanto a su debilidad. En
suma: el tema del poder tecnológico constituye un nuevo desafío para el mensaje
de la Iglesia cristiana hoy.
Imagen: tapa del libro de Beck, del ejemplar ya ajado por
su uso, que tengo en mi biblioteca, y que me desafíó a pensar en un tema tan
importante pero tan poco frecuentado por los cristianos.
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