jueves, 17 de marzo de 2011

¿La catástrofe de Japón es el Apocalipsis?





La terrible catástrofe sufrida hace pocos días atrás en Japón, terremoto y tsunami, ha suscitado las más diversas hipótesis e interpretaciones. Desde Europa se dijo que esto era el Apocalipsis? ¿Será así? Es bueno que recordemos algunos conceptos clave en torno al término Apocalipsis y sus relaciones con adjetivos como “apocalíptico”. Etimológicamente, este término griego significa “revelación”, es decir, “correr un velo que oculta una realidad”. La literatura apocalíptica surge en el judaísmo intertestamentario (alrededor de dos siglos a. C.) en tiempos de persecución y abunda en imágenes y símbolos cifrados, que no pueden ser fácilmente interpretados por los no iniciados en ese lenguaje. En la Biblia hay dos libros apocalípticos, el de Daniel y el denominado, precisamente: “Apocalipsis de Juan”. En ambos hay abundante mención de números, bestias, batallas, dragones, copas de ira, fuego, azufre y elementos mitológicos que evocan, de alguna manera, la milenaria batalla entre el Bien y el Mal. El Apocalipsis bíblico comienza con las palabras: “Esta es la revelación (Apocalipsis) de Jesucristo que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que sin demora tiene que suceder… ” (Ap. 1.1 NVI). De modo que, a partir de este dato inicial, podemos pensar que el Apocalipsis no es tanto mostrar cómo será el fin del mundo, sino la revelación del Cristo victorioso sobre las fuerzas del mal, llámense “dragón”, “serpiente antigua”, “satanás” o “falso profeta”. Es fácil entender, sin embargo, que como el Apocalipsis en muchos de sus tramos presenta la lucha entre el Bien y el Mal, con derramamiento de sangre y muerte, “siete copas de ira” y siete “plagas”, lo apocalíptico se haya asociado casi exclusivamente a muerte, guerra, terror y fin del mundo. Pero en todo caso y, más allá de los elementos predictivos que el Apocalipsis contenga, una cosa es cierta: sus primeros destinatarios experimentaban una cruel persecución y muerte por parte del Imperio Romano (denominado en el libro como “Babilonia”) y el mensaje del libro era animar a los cristianos y cristianas que eran perseguidos por el sistema. Ese era su mensaje y su propósito primigenio. Sus lecturas, por supuesto, son de las más variadas y cubren un amplio abanico entre lo rigurosamente histórico hasta lo meramente simbólico.
Que hay un fin del mundo no hay duda alguna a partir de los datos de la Biblia. Pero nunca sabemos cuándo y cómo será exactamente ese fin. Sólo tenemos algún dato que nos dice que “los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada.” (2 Pedro 3.10). Por lo tanto, a lo que se nos insta es a vivir bajo la perspectiva de la venida gloriosa de Jesucristo que inaugurará el nuevo mundo conocido como “Reino de Dios”. Los acontecimientos como terremotos, tsunami, temblores y fenómenos análogos, muestran la fragilidad de nuestro mundo y, por ende, de nosotros mismos. Deben suscitar la oración y la acción a favor de sus víctimas antes que especular si esto es el Apocalipsis bíblico.

Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, 17 de marzo de 2011

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