jueves, 17 de abril de 2014

EL SEGUIMIENTO Y LA CRUZ






Sufrir y ser rechazado no es lo mismo. Jesús podía ser el Cristo glorificado en el sufrimiento. El dolor podría provocar toda la piedad y toda la admiración del mundo. Su carácter trágico podría conservar su propio valor, su propia honra, su propia dignidad.
Pero Jesús es el Cristo rechazado en el dolor. El hecho de ser rechazado quita al sufrimiento toda la dignidad y todo honor. Debe ser un sufrimiento sin honor. Sufrir y ser rechazado constituyen la expresión de la cruz de Jesús. La muerte de cruz significa sufrir y morir rechazado, despreciado. Jesús debe sufrir y ser rechazado por necesidad divina. Todo intento de obstaculizar esta necesidad es satánico. Incluyo, y sobre todo, si proviene de los discípulos: porque esto quiere decir que no se deja a Cristo ser el Cristo. (…)
El seguimiento, en cuanto vinculación a la persona de Cristo, sitúa al seguidor bajo la ley de Cristo, es decir, bajo la cruz. (…)



La cruz no es el mal y el destino penoso, sino el sufrimiento que resulta para nosotros únicamente del hecho de estar vinculados a Jesús. La cruz no es un sufrimiento fortuito, sino necesario. La cruz es un sufrimiento vinculado, no a la existencia natural, sino al hecho de ser cristianos. La cruz no es sólo y esencialmente sufrimiento, sino sufrir y ser rechazado; y, estrictamente, se trata de ser rechazado por amor a Jesucristo, y no a causa de cualquier otra conducta o de cualquier otra confesión.


Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia (Nachfolge). 

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