"Que todo aparecer del ser sea una posible apariencia; que la manifestación de las cosas y el testimonio de la conciencia no sean, quizá, sino el efecto de cierta magia, capaces de extraviar al hombre que espera salir de sí hacia el ser, todo esto no es un loco pensamiento de filósofo. Es todo el desarrollo de la humanidad moderna: su temor a dejarse hechizar."
Emanuel Levinas, TOTALIDAD E INFINITO, Presentación de la edición castellana, París, febrero de 1976.
Llama la atención este modo de iniciar el prólogo a la edición castellana de Totalidad e Infinito. El filósofo judío-lituano dice que su obra, Totalidad e Infinito describe la epifanía del rostro a manera de un "deshechizamiento del mundo". Ese rostro es la desnudez que vemos en el pobre, la viuda, el huérfano y el extranjero.
La filosofía, a la luz de esta declaración de Levinas, tendría la función de evitar caer en los hechizos del engaño, de la magia, de ser extraviados por los discursos. En otras palabras: ejercer el juicio crítico.
¿No es esa también la función de una teología crítica? Recordemos la fuerte advertencia de San Pablo: ""¡Gálatas insensatos! ¿quién os ha hechizado?" (Gál. 3.1 Biblia del Peregrino).
Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, 29 de noviembre de 2016
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