martes, 20 de diciembre de 2016

Mi Dios es frágil






"Mi Dios no es un Dios duro, impenetrable, insensible, estoico, impasible.
Mi Dios es frágil.
Es de mi raza.
Y yo de la suya.
El es hombre y yo casi Dios.
Para que yo pudiera saborear la divinidad
él amó mi barro.
A mi Dios le hizo frágil el amor.
Mi Dios conoció la alegrìa humana, la amistad,
el gozo de la tierra y de sus cosas.
Mi Dios tuvo hambre y sueño y se cansó.
Mi Dios fue sensible.
Mi Dios se irritó, fue pasional.
Y fue dulce como un niño.
Mi Dios tembló ante la muerte.
Mi Dios se alimentó a los pechos de una madre
y se sintió y bebió toda la ternura femenina.
No amó nunca el dolor, no fue nunca
amigo de la enfermedad.
Por eso curó a los enfermos.
Mi Dios sufrió el destierro.
Fue perseguido y aclamado.
Amó todo lo humano mi Dios: las cosas y los hombres;
el pan y la mujer; a los buenos
y a los pecadores.
Mi Dios fue un hombre de su tiempo.
Vistió como todos, habló el dialecto de su tierra,
trabajó con sus manos, gritó como los profetas.
Mi Dios fue débil con los débiles y severo
con los soberbios.
Murió joven por ser sincero.
Lo mataron porque le traicionaba la verdad
en sus ojos.
Pero mi Dios murió sin odiar.
Murió excusando que es más que perdonando.
Mi Dios es frágil.
...

Juan Arias, El Dios en quien no creo, Ediciones Sígueme, 1986, pp. 145-146

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