lunes, 4 de marzo de 2013

La educación como desafío para las iglesias


 
 
La educación es un fenómeno permanente en la experiencia humana. Sea de forma intencional y formal o de modo espontáneo o informal, la relación enseñanza/aprendizaje se da constantemente. No podemos estar ausentes de esa realidad, sobre todo cuando los medios de comunicación dominan los escenarios casi en forma omnipresente. ¿De qué modo la educación, en el sentido amplio del término, implica un desafío para las iglesias?

En primer lugar, la educación es un desafío para las iglesias porque genera personas que piensan y deciden. El ámbito religioso, por su naturaleza, se torna fácilmente en caldo de cultivo para la manipulación. Justamente, para evitar ese problema, las iglesias deben dar prioridad a la educación. ¿Qué puede suceder en ámbitos eclesiales donde no se estudia? Una de sus consecuencias es que fácilmente la gente es llevada de aquí para allá por cada novedad que se inventa, bíblica o antibíblica. Por eso el Nuevo Testamento, en particular el apóstol Pablo, insta a la necesidad de crecer en el conocimiento de Jesucristo para llegar a la madurez. “Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas.” (Efesios 4.14 NVI). Nótese que Pablo habla de la enseñanza arraigada en Jesucristo para evitar ser llevados de aquí para allá, víctimas de la astucia y artificios de los falsos maestros. No creo que Pablo escriba esto desde una mera teoría, sino que su advertencia seguramente surge de una realidad en que las iglesias vivían entonces. La enseñanza adecuada en la palabra de Dios y que toma como modelo a Jesucristo, genera personas adultas, pensantes y que pueden hacer decisiones.

En segundo lugar, la educación es un desafío para que las iglesias reconozcan la autonomía de las ciencias y los saberes. ¿Qué significa esto? Una referencia histórica quizás lo pueda aclarar. Sabemos que la Edad Media fue la era de esplendor de la religión cristiana y, por ende, de la teología. En aquellos tiempos, la teología era “la reina de las ciencias” y la filosofía sólo era una “sierva” de ella. La Iglesia católica de entonces tenía el monopolio del saber y de las ciencias. Pero todo cambió. Con el advenimiento de la Reforma Protestante, la modernidad, los descubrimientos científicos, el racionalismo y el Iluminismo, los saberes se fueron independizando de lo eclesiástico. En palabras más técnicas, diríamos que se “secularizaron” (del latín seculare = siglo, edad,  mundo). Con la creación de las universidades y los centros de estudio, la Iglesia ya no tenía el monopolio del saber. Y, además, porque cada ciencia es autónoma de otras ciencias y también del ámbito religioso. Al punto de que, no hay una biología “cristiana” ni una economía “cristiana” ni una botánica “cristiana” ni una cosmología “cristiana”. El problema radica en aproximaciones erróneas a la Biblia, como si la Escritura fuera un manual para aprender ciencias. Por eso es bueno recordar las famosas palabras de Galileo Galilei: “La Biblia no nos ha sido dada para saber cómo es el cielo sino para saber cómo llegar a él.” Cabe recordar, por las dudas, que Galileo fue condenado por la Iglesia católica por postular teorías que, aparentemente, eran anticristianas.

Si nuestra idea de Dios es sólo eclesiástica, en el sentido de que Dios actúa sólo en la Iglesia, entonces todo lo que acontece fuera de ella no es de su interés ni tampoco debe ser importante para nosotros. Pero si entendemos que Dios actúa en la historia y en el mundo, bien podemos decir con Juan Calvino, que hay una “gracia especial” en Jesucristo, también hay una “gracia general” de Dios por la cual Él actúa dando inteligencia al ser humano para investigar y crear realidades como la ciencia, la medicina, el arte y las leyes para el bien, no solo de los creyentes, sino de toda la humanidad. Ante un nuevo descubrimiento de la ciencia, en lugar de rasgarnos las vestiduras deberíamos estar agradecidos a Dios porque ha dado inteligencia a los seres humanos para descubrir en el libro de la creación (o de la Naturaleza) nuevas leyes y realidades que puedan ser usadas para el bien de la sociedad.

En tercer lugar, las iglesias deben encarar y facilitar formas educativas para el mundo. Las comunidades de fe no deben ser ámbitos en los cuales sólo se da enseñanza bíblica, teológica o doctrinal. En última instancia, la Iglesia debe estar al servicio de la sociedad y del mundo. Por eso los pastores, pastoras y líderes deben alentar las vocaciones no sólo ministeriales sino de todos los ámbitos de la realidad. La sociedad necesita de cristianos y cristianas comprometidos con el Evangelio pero con una fe sólida que les permita dialogar con el mundo y sus ideas. Claro que para ello se necesita una educación cristiana profunda y amplia, que no se reduzca a la mera transmisión de doctrinas sino que haga pensar y reflexionar. En palabras de George Coe:

“La educación cristiana no consiste primeramente en la transferencia de un conjunto de ideas de una generación a otra, sino más bien en cultivar la voluntad inteligente. La educación cristiana no será exitosa si no incrementa la hermandad, efectiva y no meramente sentimental, en el mundo.” Justamente esto último: “el mundo” señala el lugar donde Dios nos ha colocado para ser mayordomos y administradores de todos los bienes que Dios ha creado. Las iglesias están llamadas a participar en la educación no sólo al interior de ellas sino también al exterior, es decir, al mundo. Como dice Paulo Freire: los hombres y mujeres “como seres ‘abiertos’, son capaces de lograr la compleja operación de transformar simultáneamente al mundo por medio de su acción, y de entender y expresar la realidad del mundo a través de su lenguaje creador.”

En lo que a la educación concierne, las iglesias cumplen su misión en la medida en que generen personas pensantes, reconozcan la autonomía de las ciencias y, sobre todo, alienten la participación activa de sus miembros en la transformación del mundo.
 
Alberto F. Roldán
Buenos Aires, 5 de marzo de 2013

 



                                    

 



 

 

La La

No hay comentarios:

Publicar un comentario