sábado, 23 de diciembre de 2017

NAVIDAD: MISTERIO, MILAGRO Y SIGNO






Para entender lo que significa “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen”, ante todo, se debe intentar comprender que estas dos curiosas afirmaciones quieren decir que Dios, por libre gracia, se hizo hombre, verdadero hombre. La Palabra eterna se hizo carne. Éste es el milagro de la existencia de Jesucristo, este descender de Dios de lo alto a lo bajo: el Espíritu Santo y Virgen María. Éste es el misterio de la Navidad, el misterio de la encarnación. […] Pero además, aquí no se habla de concepción y nacimiento en general, sino de una concepción y un nacimiento absolutamente determinados. ¿Por qué “concepción por obra y gracia del Espíritu Santo” y por qué “nacimiento de María Virgen? ¿Por qué este milagro especial, que se ha de expresar con estos dos conceptos, junto al gran milagro de la Encarnación? ¿Por qué aparece junto al misterio de la Encarnación el milagro de la Navidad? En este punto, junto a la afirmación óntica, se pone otra noética, por decirlo así. Si en la Encarnación nos encontramos con la realidad, en esta Navidad nos encontramos con el signo de dicha realidad. No se deben confundir ambas cosas. La realidad de la que se trata en la Navidad es verdad en sí y de por sí. Pero se muestra, se desvela, en el milagro de la Navidad.
Karl Barth, Esbozo de dogmática, trad. José Pedro Tosaus Abadía. Santander: Sal Terrae, 2000, PP. 113-114.
Esta es una profunda y pastoral reflexión sobre el misterio y el milagro de la Navidad. Para el teólogo reformado suizo, la Navidad es el misterio de la encarnación, de cómo el Dios eterno, que es esencialmente espíritu (Juan 4.24) pero decidió, por su libre gracia, encarnarse: el Verbo fue hecho carne (Juan 1.14). No hizo una especie de teatralización de lo humano sino que, literalmente, se hizo carne (sarx). Es el evangelista Juan quien lo escribe rotundamente, acaso criticando de modo abierto a los docetas que negaban la verdadera naturaleza carnal del cuerpo de Jesús de Nazaret. La encarnación es el gran misterio y el gran milagro que celebramos en Navidad. Un Dios encarnado, un Dios por cuyas venas corría sangre humana. No en vano, padres de la Iglesia como Tertuliano e Ireneo se opondrán encarnizadamente (nunca una metáfora sería tan literal) contra quienes negaban la real y verdadera encarnación del Logos, el Verbo, la Palabra de Dios. Es en la encarnación donde Dios se reduce al espacio-tiempo para ser uno como nosotros y entre nosotros: el Emanuel.

Celebremos la Navidad recordando que ella es misterio, milagro y signo del Dios-con-nosotros que en la persona humana de Jesús de Nazaret, quiso levantar su tienda temporaria entre nosotros, sufrir nuestros dolores, padecer hambre y sed, asociarse con los pobres, despreciados y desclasados. Un Dios que no es inmune al sufrimiento porque Él mismo lo padeció en su propia carne. 

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